lunes, 1 de diciembre de 2008

Memorias I: El Ama de los Perritos

Tengo recuerdos vagos de cuando era una niña. El nacimiento de mi hermana y mi madre sacándola por la ventana para enseñármela (a lo Michael Jackson) cuando las visitas en los hospitales (en los tiempos de Paco) estaban restringidas. Después recuerdo aquel año en la casita de San Antonio de Benajéber cuando se cayó (o quizás tiré) la estufa sobre la alfombra de mi habitación y faltó poco para incendiarlo todo. También recuerdo los veranos en el chalet con mis abuelos y mis primos, cuando jugábamos en los búnkers y trincheras de la Guerra Civil que quedaban (y aún quedan) por la zona.
De vez en cuando me llega alguna imagen de esos tiempos, pero hay uno que guardo, no sé por qué, con cariño y nitidez.
Iba al colegio en Altea la Vella, pueblecito de 800 habitantes. En el patio del colegio había una ruina de la antigua casa de la maestra de años atrás. Os podéis imaginar los juegos que nos brindaba aquella ruina. Y los peligros... Pero no, nunca sucedió nada, menos mal. Hoy en día todas las madres de los alumnos se hubieran plantado con pancartas en la puerta para que demolieran ese nido de ratas y trampas mortales.
Pasaban por el cole un puñado de perros abandonados, de esos que los turistas pierden tras las vacaciones y se quedan vagando por las calles. Entre ellos estaba Estrellita, bautizada por mi hermana y por mí. Un buen día esa perrita negra parió en la casa abandonada de la maestra y mi hermana y yo protagonizamos nuestra primera fuga de la escuela. Nos pasamos el día con los cachorritos de Estrella. Claro que nos pillaron...
Mi siguiente recuerdo es algo más difuso. Estábamos en la habitación con uno de los perritos de Estrella, recién nacidos, y lo guardé corriendo en un cajón cuando llegó mi padre. De alguna manera también me pilló y tuvimos que ir a devolverle su perrito a Estrella. No íbamos a quedarnos al perro y punto.
Uno de aquellos perritos se convirtió en Linda, la primera perrra que adoptamos, después de que un vecino troglodita matara a sus ocho cachorros y le pegara un trabucazo. Sobrevivió pese a los 29 perdigones que tenía incrustados en el cráneo.
En el intervalo entre Estrellita y Linda, mi hermana pasó a convertirse en el Ama de los Perritos (apodo que le otorgó Cosme, el loco del pueblo, aunque ahora creo que el hombre no estaba tan loco). Mi hermana iba seguida por su séquito de perros año tras año, nunca nadie llevó mejor escolta. Y a partir de ahí se fue expandiendo a ama de gatitos, caracoles, moscas, búhos, gorriones, cobayas, hámsters...
¿Fui yo la que con 8 añitos, cuando le robamos el perrito a Estrella, la convertí en el Ama de los animales abandonados? ¿O quizás fue ella la que con 4 años me indujo a hacerlo? Eso sí que no lo recuerdo.
Atentas, madres... a los cajones cerrados, que puede haber un perrito escondido. Y ojo con las estufas! Lecciones que aprendí como niña y aplicaré cuando sea madre. ¿Alguna lección que queráis compartir?

5 comentarios:

Hannah dijo...

¡Ajá! O sea, que la culpa de todo la tienes tú!!!!!

Yo era una adorable niñita de tez morena que jugaba a las chapitas... jejeje, no, obviamente parte de culpa (¿por qué culpa?) la tienes tú y parte yo. Pues después de Linda yo metí en el cajón a Tara (gato), un pollito de pato, un huevo de gallina... vamos, que si ese cajón hablase... o peor... y si hubiese sido un microondas????? AG!

Anónimo dijo...

Qué pena que no hubiera cámaras digitales hace 12 o 13 años, me habría gustado guardar un recuerdo gráfico del caracol de la concha rota. Si te descubriera Greenpeace serías su presidenta. Mándales un curriculum con tu historial de animales rescatados...

Hannah dijo...

¡calla, calla! Todavía me acuerdo yendo y viniendo de Alicante con el caracol en una cajita y sacándolo para que le diera el aire... el pobre tendría que estar flipando...

Si me preguntaba alguien: "Es un experimiento del Insti"

ÉCHANGE dijo...

Hannah... ve preparando un cajoncito porque tu hermana tendrá que meter en algún sitio al niño que antes o después tendremos que fabricar. A falta de parcelas,...buenos son cajones.

Anónimo dijo...

En la lista interminable nos hemos dejado las tortugas. Ocho!! Ocho llegó a tener. Al principio comían gambitas y luego había que verlas, menudas depredadoras asesinas. Me acuerdo de Begeta y Bambino... ¿Cómo se llamaban las otras?
Tat, vete haciendo a la idea de que algún viernes te tocará hacer de canguro. ;-)
Mi casa parece el National Geographic.